Opinión: ¿FEMICIDIO POLÍTICO?
viernes, 2 de noviembre de 2007
por: Hernán Montecinos
Se ha puesto de moda el término “femicidio político” una vez que la primera mandataria, en más de una oportunidad, se ha colgado de esta frase para justificarse ante la opinión pública, respecto de las críticas cada vez más numerosas que ha estado recibiendo desde diferentes frentes. Sobre el particular, en primer lugar, hay que aclarar que dicho término (femicidio) no existe, más bien éste tendría correspondencia con un neologismo no reconocido ni incorporado aún al léxico de la lengua castellana. Pero como estamos en un mundo en donde los neologismos son pautados desde los medios de comunicación, de tanto repetirse éstos suelen ser incorporados rápidamente a la comprensión del imaginario colectivo del mundo social. Vista así la cosa, este hecho no tendría mayor relevancia. En segundo lugar, hay que añadir, que esta es una frase acuñada por Manuel Cabieses, director de la revista Punto Final, bajo el inconfesado propósito de hacer una defensa de la figura de la presidenta Bachelet, cuya imagen, según su opinión, ha sido estigmatizada en los medios de comunicación por obra y gracia de la derecha política chilena.
Manuel Cabieses es un destacado hombre de izquierda comprometido con las luchas populares de nuestro pueblo, desde las trincheras del periodismo progresista. Nadie puede poner en duda su trayectoria, prestigio y honorabilidad, y la validez de la mayoría de sus juicios políticos. No obstante, con todo el respeto que me merece, no podría estar más en desacuerdo con su juicio sobre el tema, pues según mi parecer éste adolece de ser demasiado unilateral y reductor, respecto de un fenómeno que siendo en lo esencial político, no puede desmerecer otras connotaciones, entre las cuales, el factor psicológico no se puede encontrar ausente. En fin, un problema que no se agota sólo en su propio prisma político, sino que debe ser analizado también, a la luz de otros factores que lo entrecruzan, y de cuya complejidad y profundidad difícil sería dar cuenta, en toda su extensión, en una nota como ésta.
Por cierto, que parte de razón tiene Cabieses, en lo que dice relación con la responsabilidad que le cabe a la derecha en la instalación en el imaginario social de una imagen tan deteriorada de la Sra. Presidenta. Sin embargo, el Director de Punto Final soslaya, en mi opinión, inexcusablemente, la responsabilidad que le cabe en ello a la propia Sra. presidenta, así como también, la responsabilidad del equipo de gobierno que dirige, y la misma Concertación que la sustenta políticamente. Al soslayar esto último, queda en evidencia la debilidad de su argumento, así como, también, que el análisis del mismo, considerado desde un punto de vista dialéctico, aparece un tanto sesgado y trunco. En mi opinión, no es tan así como lo señala Manuel Cabieses, en eso de echarle la culpa en exclusiva a la derecha política, como si fuera ésta poco menos que la única y gran responsable del paulatino deterioro de imagen que ha venido sufriendo la primera mandataria. Pensarlo así, aparece como un despropósito y algo demasiado exagerado que no se condice con la verdadera realidad de los hechos políticos tal como éstos se han venido sucediendo. Para decirlo en términos más directos, una presidenta, un gobierno, y un conglomerado político que hace tiempo perdió la brújula, improvisando, y andando de tumbo en tumbo, por allí es donde, en mi opinión, hay que empezar a buscar la explicación del acelerado desperfilamiento de la imagen de la Sra. Presidenta. Con sólo decir, que la agenda política del gobierno, la pone hoy la derecha, y eso resulta notorio para cualquier observador político, aún hasta para el más despistado.
Muchos serían los ejemplos que tendría que enumerar para dar cuenta de los errores de la Sra. Presidenta y sus colaboradores inmediatos, para dejar en claro que han sido precisamente esos errores (u horrores), los que finalmente han sido la causa que ha gatillado la deteriorada imagen de ésta. Si, porque muchas esperanzas pusimos en aquello de “La alegría ya viene”, lo que pasado ya diecisiete años hemos comprobado que esa alegría prometida, ni siquiera ha pasado cercana al lado nuestro. Cada uno, a su modo, los distintos gobiernos de la Concertación han mirado para el lado, respecto de las promesas diseñadas y prometidas en el original programa que dio vida y nacimiento a la Concertación. Todo ha sido una permanente frustración que se ha ido acumulando año tras año. Primero con la justicia “en la medida de lo posible” de Aylwin, después con el corte netamente empresarial de Frei, para después pasar a la ilusión del cacareado slogan de Lagos de “crecimiento con equidad” (¿). Y bueno, ya sabemos, la nueva pomada que nos prometió la Sra. Bachelet, un “gobierno ciudadano”. Llega a dar pena lo ingenuo que se ha mostrado el mundo de la izquierda para haberse tragado toda esa sarta de cuentos y promesas.
A mayor abundamiento, recordemos, a este mismo propósito, que con Lagos se nos vendió la imagen, de que había que votar por él, por ser éste un “compañero socialista”. ¡Y vaya que socialista! Terminó siendo aplaudido y “amado” por el empresariado nacional y de las multinacionales, y también regalón del FMI, Banco Mundial y todas aquellas instituciones internacionales que dictan normas usureras y leoninas que desfavorecen a los países del Tercer Mundo, en tanto enriquecen a los países opulentos a través de los consorcios y empresas internacionales. Después con la Sra. Bachelet, se nos dijo que había que votar por ella, no porque fuera una política con dotes especiales que la habilitaban para ocupar la primera magistratura, sino que, recordémoslo, según rezaba el eslogan, porque era “mujer”, sin perjuicio de aquel otro eslogan de “estoy contigo”. Votar por una mujer se nos decía, era ser pluralista, abierto y estar en consonancia con los tiempos modernos. Este prurito caló muy hondo en el imaginario social, sobre todo en el mundo de las mujeres. Allí están las innumerables declaraciones de éstas: “había que votar por la Bachelet porque ara mujer”, así de simple, y punto, ese era todo el sesudo argumento. Se agregaba, por añadidura, que siendo mujer, como tal, iba a tener una mayor sensibilidad para resolver los graves problemas sociales. Pero la realidad ha sido más fuerte que las mentiras y los falsos eslóganes. Una y otra vez, promesas incumplidas acumulándose, cada vez más rabia, cada vez más mayores frustraciones.
Ahora bien, y sin ánimo de defender a la derecha, nada más lejos ello de mis propósitos, quiero hacer ver que desde un punto de vista político resulta comprensible que el conglomerado de derecha, como ente opositor, tenga que ejercer, por su propia condición de tal, acciones de fiscalización respecto de lo que a su juicio considera mala administración del gobierno, y con ello correspondientemente estar ejerciendo una permanente crítica sobre ello. Que de cuando en vez se le pasa la mano, resulta del todo indudable, pero ello siempre ha sido así por el sólo mérito que imponen las reglas prácticas del juego político. Un político dijo muy acertadamente una vez, que para meterse en política hay que tener el cuero muy duro. Y tiene toda la razón. El que se mete en el juego político y pretende creer que allí las relaciones se dan en un marco de pura candidez, quiere decir que peca de inocencia. Quien haya leído a Maquiavelo, entenderá que estas reglas de la política se encuentran instaladas desde hace ya algunos siglos. En efecto, la lucha por llegar al poder rompe todas las normas de la lógica, y para mantenerse en él y conservarlo, las rompe más aún. Como sabemos, la manipulación de conciencias, el poder del dinero, las mentiras, las traiciones y la demagogia, en fin, toda una larga lista de elementos, no muy santos, son y van a ser utilizados en función de mantener el poder político. Eso así lo ha enseñado Maquiavelo, lo que ha sido avalado en el tiempo por la propia práctica política que vemos a diario en nuestro país y en todos los países del mundo.
Ahora bien, y volviendo al tema central, el compañero Cabieses al esgrimir el “femicidio político” como imagen política para entrar a defender la deteriorada imagen de la Sra. Presidenta, ha pecado de ingenuidad política. Digo esto, porque bien sabemos que la derecha ha sostenido una permanente crítica tanto a los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos, y ahora a la presidenta Bachelet, todo ello independiente de la condición de género, de credo religioso, o de adhesión al pensamiento político de cada uno de estos.. En ello no ha habido diferencias, sólo distintos matices que es cosa bien distinta. Recordemos a este propósito las críticas de la derecha, en su tiempo, al compañero Salvador Allende, las que ni siquiera eran críticas sino que lisa y llanamente llamamientos golpistas. Si comparamos esas críticas de la derecha, a Salvador Allende, con las que ahora hace a la Sra. Bachelet, estás últimas aparecen como pelos en la cola frente a las primeras. Con esto quiero decir que las críticas opositoras son a su propia salsa, esto es políticas, y esto independiente de que si quien es objeto de las mismas lleva puesto faldas o pantalones. Por eso, insisto, que ahora se diga que sobre la Sra. presidenta se está ejerciendo un “femicidio político”, me parece un argumento, a lo menos, sobredimensionado.
Una última referencia. Echo de menos en la izquierda chilena la necesaria crítica que se merece la mala gestión de la Sra. Presidenta y correspondiente con ello, al entorno político que sustenta su gobierno. No puede ser que frente a los actos de corrupción, de mala administración, de mala gestión, de caos, desorden administrativo y promesas incumplidas del gobierno de la Concertación, sea la derecha la que esté siempre denunciando y criticando estas inconsistencias, en circunstancias que debiera ser la izquierda la que lo debiera estar haciendo. En este sentido, estamos ante la presencia de una izquierda que se muestra poco menos que muda e inactiva, incapaz de hacer aquello que como mínimo necesario resulta ser un imperativo político de quien está haciendo oposición al gobierno. Por decirlo de algún modo, con esta desidia de la izquierda, que ha abandonado por omisión, su específico y claro rol de conglomerado de oposición, no se puede esperar mucho para lo que son nuestras esperanzas y anhelos.
La izquierda no sólo ha demostrado no ser pro activa, sino que más allá de ello, tampoco se ha vuelto ni siquiera reactiva. En este estado de dejación, entonces, ¿qué hace?... ¿para qué está?... En este cuadro, esa enfermiza obsesión de ciertas cúpulas de la izquierda chilena, para que la Alianza y la Concertación se dignen entregarles dos o tres cupitos en el parlamento, no puede justificar, de ningún modo, para que poco menos se les haya entrado el habla, y dejado de lado aquella función crítica que antaño la caracterizaba. En momentos que el gobierno de la Concertación ha demostrado su ninguna voluntad política para esclarecer y castigar ejemplarmente los avanzados grados de corrupción, y más aún, los crecientes grados de descomposición ética y moral en las filas de gobierno, así como también la persistencia de sus múltiples promesas incumplidas, hace falta la voz presente de la izquierda para denunciar con fuerza estas y otras tantas falencias del gobierno. En mi opinión, debiera ser la izquierda la que debiera estar al frente de la crítica y las denuncias de las falencias del gobierno de la Concertación, un espacio que hoy le ha arrebatado la derecha acaparándose, de paso, todo el protagonismo político ante la opinión pública. Ello se hace tanto más necesario, sobre todo, si consideramos que el mundo de la izquierda ha sido por años defraudada por los sucesivos gobiernos de la Concertación, y también por años utilizada y traicionada por ésta. Una Concertación que no sólo se ha mostrado como buena administradora del modelo neoliberal, sino que peor aún, lo ha profundizado más aún, lo que merece de suyo toda nuestra enérgica réplica y crítica, sin perjuicio de decidir, de una vez por todas, no prestarle más ropa entregándole nuestros votos de elección en elección. Tener claro ahora ya, que ni la Alianza ni la Concertación no han sido, ni son, ni lo serán, los intérpretes de los más sentidos anhelos de nuestro mundo (el de la izquierda, por supuesto).
Se ha puesto de moda el término “femicidio político” una vez que la primera mandataria, en más de una oportunidad, se ha colgado de esta frase para justificarse ante la opinión pública, respecto de las críticas cada vez más numerosas que ha estado recibiendo desde diferentes frentes. Sobre el particular, en primer lugar, hay que aclarar que dicho término (femicidio) no existe, más bien éste tendría correspondencia con un neologismo no reconocido ni incorporado aún al léxico de la lengua castellana. Pero como estamos en un mundo en donde los neologismos son pautados desde los medios de comunicación, de tanto repetirse éstos suelen ser incorporados rápidamente a la comprensión del imaginario colectivo del mundo social. Vista así la cosa, este hecho no tendría mayor relevancia. En segundo lugar, hay que añadir, que esta es una frase acuñada por Manuel Cabieses, director de la revista Punto Final, bajo el inconfesado propósito de hacer una defensa de la figura de la presidenta Bachelet, cuya imagen, según su opinión, ha sido estigmatizada en los medios de comunicación por obra y gracia de la derecha política chilena.
Manuel Cabieses es un destacado hombre de izquierda comprometido con las luchas populares de nuestro pueblo, desde las trincheras del periodismo progresista. Nadie puede poner en duda su trayectoria, prestigio y honorabilidad, y la validez de la mayoría de sus juicios políticos. No obstante, con todo el respeto que me merece, no podría estar más en desacuerdo con su juicio sobre el tema, pues según mi parecer éste adolece de ser demasiado unilateral y reductor, respecto de un fenómeno que siendo en lo esencial político, no puede desmerecer otras connotaciones, entre las cuales, el factor psicológico no se puede encontrar ausente. En fin, un problema que no se agota sólo en su propio prisma político, sino que debe ser analizado también, a la luz de otros factores que lo entrecruzan, y de cuya complejidad y profundidad difícil sería dar cuenta, en toda su extensión, en una nota como ésta.
Por cierto, que parte de razón tiene Cabieses, en lo que dice relación con la responsabilidad que le cabe a la derecha en la instalación en el imaginario social de una imagen tan deteriorada de la Sra. Presidenta. Sin embargo, el Director de Punto Final soslaya, en mi opinión, inexcusablemente, la responsabilidad que le cabe en ello a la propia Sra. presidenta, así como también, la responsabilidad del equipo de gobierno que dirige, y la misma Concertación que la sustenta políticamente. Al soslayar esto último, queda en evidencia la debilidad de su argumento, así como, también, que el análisis del mismo, considerado desde un punto de vista dialéctico, aparece un tanto sesgado y trunco. En mi opinión, no es tan así como lo señala Manuel Cabieses, en eso de echarle la culpa en exclusiva a la derecha política, como si fuera ésta poco menos que la única y gran responsable del paulatino deterioro de imagen que ha venido sufriendo la primera mandataria. Pensarlo así, aparece como un despropósito y algo demasiado exagerado que no se condice con la verdadera realidad de los hechos políticos tal como éstos se han venido sucediendo. Para decirlo en términos más directos, una presidenta, un gobierno, y un conglomerado político que hace tiempo perdió la brújula, improvisando, y andando de tumbo en tumbo, por allí es donde, en mi opinión, hay que empezar a buscar la explicación del acelerado desperfilamiento de la imagen de la Sra. Presidenta. Con sólo decir, que la agenda política del gobierno, la pone hoy la derecha, y eso resulta notorio para cualquier observador político, aún hasta para el más despistado.
Muchos serían los ejemplos que tendría que enumerar para dar cuenta de los errores de la Sra. Presidenta y sus colaboradores inmediatos, para dejar en claro que han sido precisamente esos errores (u horrores), los que finalmente han sido la causa que ha gatillado la deteriorada imagen de ésta. Si, porque muchas esperanzas pusimos en aquello de “La alegría ya viene”, lo que pasado ya diecisiete años hemos comprobado que esa alegría prometida, ni siquiera ha pasado cercana al lado nuestro. Cada uno, a su modo, los distintos gobiernos de la Concertación han mirado para el lado, respecto de las promesas diseñadas y prometidas en el original programa que dio vida y nacimiento a la Concertación. Todo ha sido una permanente frustración que se ha ido acumulando año tras año. Primero con la justicia “en la medida de lo posible” de Aylwin, después con el corte netamente empresarial de Frei, para después pasar a la ilusión del cacareado slogan de Lagos de “crecimiento con equidad” (¿). Y bueno, ya sabemos, la nueva pomada que nos prometió la Sra. Bachelet, un “gobierno ciudadano”. Llega a dar pena lo ingenuo que se ha mostrado el mundo de la izquierda para haberse tragado toda esa sarta de cuentos y promesas.
A mayor abundamiento, recordemos, a este mismo propósito, que con Lagos se nos vendió la imagen, de que había que votar por él, por ser éste un “compañero socialista”. ¡Y vaya que socialista! Terminó siendo aplaudido y “amado” por el empresariado nacional y de las multinacionales, y también regalón del FMI, Banco Mundial y todas aquellas instituciones internacionales que dictan normas usureras y leoninas que desfavorecen a los países del Tercer Mundo, en tanto enriquecen a los países opulentos a través de los consorcios y empresas internacionales. Después con la Sra. Bachelet, se nos dijo que había que votar por ella, no porque fuera una política con dotes especiales que la habilitaban para ocupar la primera magistratura, sino que, recordémoslo, según rezaba el eslogan, porque era “mujer”, sin perjuicio de aquel otro eslogan de “estoy contigo”. Votar por una mujer se nos decía, era ser pluralista, abierto y estar en consonancia con los tiempos modernos. Este prurito caló muy hondo en el imaginario social, sobre todo en el mundo de las mujeres. Allí están las innumerables declaraciones de éstas: “había que votar por la Bachelet porque ara mujer”, así de simple, y punto, ese era todo el sesudo argumento. Se agregaba, por añadidura, que siendo mujer, como tal, iba a tener una mayor sensibilidad para resolver los graves problemas sociales. Pero la realidad ha sido más fuerte que las mentiras y los falsos eslóganes. Una y otra vez, promesas incumplidas acumulándose, cada vez más rabia, cada vez más mayores frustraciones.
Ahora bien, y sin ánimo de defender a la derecha, nada más lejos ello de mis propósitos, quiero hacer ver que desde un punto de vista político resulta comprensible que el conglomerado de derecha, como ente opositor, tenga que ejercer, por su propia condición de tal, acciones de fiscalización respecto de lo que a su juicio considera mala administración del gobierno, y con ello correspondientemente estar ejerciendo una permanente crítica sobre ello. Que de cuando en vez se le pasa la mano, resulta del todo indudable, pero ello siempre ha sido así por el sólo mérito que imponen las reglas prácticas del juego político. Un político dijo muy acertadamente una vez, que para meterse en política hay que tener el cuero muy duro. Y tiene toda la razón. El que se mete en el juego político y pretende creer que allí las relaciones se dan en un marco de pura candidez, quiere decir que peca de inocencia. Quien haya leído a Maquiavelo, entenderá que estas reglas de la política se encuentran instaladas desde hace ya algunos siglos. En efecto, la lucha por llegar al poder rompe todas las normas de la lógica, y para mantenerse en él y conservarlo, las rompe más aún. Como sabemos, la manipulación de conciencias, el poder del dinero, las mentiras, las traiciones y la demagogia, en fin, toda una larga lista de elementos, no muy santos, son y van a ser utilizados en función de mantener el poder político. Eso así lo ha enseñado Maquiavelo, lo que ha sido avalado en el tiempo por la propia práctica política que vemos a diario en nuestro país y en todos los países del mundo.
Ahora bien, y volviendo al tema central, el compañero Cabieses al esgrimir el “femicidio político” como imagen política para entrar a defender la deteriorada imagen de la Sra. Presidenta, ha pecado de ingenuidad política. Digo esto, porque bien sabemos que la derecha ha sostenido una permanente crítica tanto a los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos, y ahora a la presidenta Bachelet, todo ello independiente de la condición de género, de credo religioso, o de adhesión al pensamiento político de cada uno de estos.. En ello no ha habido diferencias, sólo distintos matices que es cosa bien distinta. Recordemos a este propósito las críticas de la derecha, en su tiempo, al compañero Salvador Allende, las que ni siquiera eran críticas sino que lisa y llanamente llamamientos golpistas. Si comparamos esas críticas de la derecha, a Salvador Allende, con las que ahora hace a la Sra. Bachelet, estás últimas aparecen como pelos en la cola frente a las primeras. Con esto quiero decir que las críticas opositoras son a su propia salsa, esto es políticas, y esto independiente de que si quien es objeto de las mismas lleva puesto faldas o pantalones. Por eso, insisto, que ahora se diga que sobre la Sra. presidenta se está ejerciendo un “femicidio político”, me parece un argumento, a lo menos, sobredimensionado.
Una última referencia. Echo de menos en la izquierda chilena la necesaria crítica que se merece la mala gestión de la Sra. Presidenta y correspondiente con ello, al entorno político que sustenta su gobierno. No puede ser que frente a los actos de corrupción, de mala administración, de mala gestión, de caos, desorden administrativo y promesas incumplidas del gobierno de la Concertación, sea la derecha la que esté siempre denunciando y criticando estas inconsistencias, en circunstancias que debiera ser la izquierda la que lo debiera estar haciendo. En este sentido, estamos ante la presencia de una izquierda que se muestra poco menos que muda e inactiva, incapaz de hacer aquello que como mínimo necesario resulta ser un imperativo político de quien está haciendo oposición al gobierno. Por decirlo de algún modo, con esta desidia de la izquierda, que ha abandonado por omisión, su específico y claro rol de conglomerado de oposición, no se puede esperar mucho para lo que son nuestras esperanzas y anhelos.
La izquierda no sólo ha demostrado no ser pro activa, sino que más allá de ello, tampoco se ha vuelto ni siquiera reactiva. En este estado de dejación, entonces, ¿qué hace?... ¿para qué está?... En este cuadro, esa enfermiza obsesión de ciertas cúpulas de la izquierda chilena, para que la Alianza y la Concertación se dignen entregarles dos o tres cupitos en el parlamento, no puede justificar, de ningún modo, para que poco menos se les haya entrado el habla, y dejado de lado aquella función crítica que antaño la caracterizaba. En momentos que el gobierno de la Concertación ha demostrado su ninguna voluntad política para esclarecer y castigar ejemplarmente los avanzados grados de corrupción, y más aún, los crecientes grados de descomposición ética y moral en las filas de gobierno, así como también la persistencia de sus múltiples promesas incumplidas, hace falta la voz presente de la izquierda para denunciar con fuerza estas y otras tantas falencias del gobierno. En mi opinión, debiera ser la izquierda la que debiera estar al frente de la crítica y las denuncias de las falencias del gobierno de la Concertación, un espacio que hoy le ha arrebatado la derecha acaparándose, de paso, todo el protagonismo político ante la opinión pública. Ello se hace tanto más necesario, sobre todo, si consideramos que el mundo de la izquierda ha sido por años defraudada por los sucesivos gobiernos de la Concertación, y también por años utilizada y traicionada por ésta. Una Concertación que no sólo se ha mostrado como buena administradora del modelo neoliberal, sino que peor aún, lo ha profundizado más aún, lo que merece de suyo toda nuestra enérgica réplica y crítica, sin perjuicio de decidir, de una vez por todas, no prestarle más ropa entregándole nuestros votos de elección en elección. Tener claro ahora ya, que ni la Alianza ni la Concertación no han sido, ni son, ni lo serán, los intérpretes de los más sentidos anhelos de nuestro mundo (el de la izquierda, por supuesto).
1 Comments:
commented by Dr. Macacus, 4 de noviembre de 2007, 19:36
El que no sea una excusa para el mal desempeño de su gobierno no le resta en absoluto profundidad al debate que debe proponer.